Como es habitual, mi género favorito, la ciencia ficción, salvo honrosas excepciones, solo nos trae medianías desechables. Este verano infernal ha llegado con una dosis doble: 'Dark Matter' y 'Killjoys'. Después de ver ambas y pensar en pasar de las dos, he bajado el listón (para eso estamos en verano) y he optado por traer la segunda al blog, que es la que apuesta por algo diferente y además tiene un curioso punto retro que se nota desde la cabecera.
Killjoys
2015-
Después de dormitar varios capítulos con 'Dark Matter' y sus eternos interiores (si salen de la nave es para meterse... en otra nave), me encontré con 'Killjoys', de aspecto más cutre, actores menos creíbles y con una cabecera (tenéis que verla) con una animación y canción traída de otro tiempo. Evidentemente, para quedarme con una versión insuficiente de 'Stargate Universe' prefiero apostar por algo distinto (dentro de que las series de subgénero futurista-espacial tienen todas las papeletas para quedarse sin premio). Además, la producen los de 'Orphan Black'. Vamos al lío.
Los killjoys son unos mercenarios que trabajan para una empresa independiente, The Company, que por un módico precio se encarga de arrestar a los delincuentes que son reclamados por la autoridad del sistema planetario Quad, formado por los planetas Westerley, Lith y Qresh (cada uno de un color, para no confundirlos).
Aunque cada capítulo suele tener una trama independiente, hay una historia que se mantiene a lo largo de la temporada y que tiene como centro a la protagonista femenina, Dutch, el papel de Hannah John-Kamen ('Happy Valley', 'The Hour'), y a su pasado, que siempre acaba alcanzándola. A su lado está John Jaqobis, interpretado por Aaron Ashmore, que os sonará de 'Smallville' y 'Warehouse 13'. John tiene un hermano, D'Avin, que se une a la pareja de rebote para convertirse en el trío de protagonistas de 'Killjoys'. El papel del hermano guaperas lo interpreta Luke McFarlane ('Brother and Sisters').
Estos tres mercenarios va cumpliendo sus misiones intercalándolas con los marrones que les caen por las historias previas de los personajes, sobre todo de Dutch, al mismo tiempo que vamos conociendo la idiosincrasia del pueblo del sistema: sus problemas políticos, sus vicios, su sistema legal, etc., de manera que tratan de darle forma a un mundo que nos resulte familiar, con su mitología particular y su tridimensionalidad, que siempre viene bien. Al menos lo están intentando. Saben que para que una serie de este tipo gane adeptos necesita de una realidad que la sustente, que le dé profundidad. Así nos vamos enterando de cómo funcionan los killjoys, quiénes son los potentados que gobiernan el sistema, qué religión está de moda o qué se meten los adictos cuando quieren flipar en colores.
Como ya adelantaba, tiene ese tufillo noventero, casi de finales de los ochenta, que a los que pasamos la adolescencia en esos años nos llama especialmente la atención. Además, se atreve con exteriores, que suele ser en lo primero que se recorta en estos tiempos del chroma y efectos digitales. En este aspecto es completamente opuesta a 'Dark Matter'.
Todo lo dicho a favor no hace desaparecer el halo de cutrez permanente que, extrañamente, hasta le sienta bien. Claro que esta impresión mía puede deberse al calor y que en realidad 'Killjoys' sea cutre y punto, sin matices. Ya me diréis.
En fin, una serie veraniega de ciencia ficción que no sé si llegará muy lejos pero que se deja ver fácilmente y siembra la suficiente curiosidad como para seguir con ella un poco más.
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